jueves, 25 de septiembre de 2014

Se desviste la lluvia

Cada pequeña gota muere en el vértice de los cristales llenos de vaho. Tú y yo éramos la niebla, bocanada profunda de humedad; nos calábamos hasta los huesos y fingíamos que no dolía.

A veces tuve que perder porque nunca supe cómo ser parte de la vie en rose. Me quedé entre una postal de París en blanco y negro y una máscara veneciana.

La niebla se esfuma con el suspiro de un niño y los huesos se calientan aunque esté lejos de casa. Nadie va a robarme la lluvia ni el dolor; no pueden llevarse los ojos hinchados ni la piel quebrada. Que me embarguen la niebla y la velocidad, yo me quedo con un compás de tres pulsos, con mis metáforas que no tienen sentido y mis perros de tres cabezas.

Todo fluye con la lluvia y su baile procaz me deja inerme en el sumidero; no puedo avanzar porque no soy tan pequeña. Yo antes era un pez muy grande y podía recorrer todo el río hasta el océano. Yo antes iba a ser todo lo que quisiese. Porque antes, nadie se atrevería a preguntar si yo cabía por el sumidero, que no es más que una red cuajada de peces sombríos. Como la noche. Como las gotas que mueren suicidas en los vértices. Como la humedad en los huesos. Como que el atardecer, cuando todo termina, sea rosa.

"Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres."