Me
encanta el frío. La sensación tirante en la piel, el olor a humedad, la niebla.
Me gusta cuando hay niebla y tienes que acercarte mucho para ver las cosas;
puedes pensar que estás solo en una calle llena de gente que camina apurada con
las manos en los bolsillos y la cabeza agachada. La niebla es como un folio en
blanco, y tú ves lo que quieres ver, lo que quieras ir descubriendo. Cuando hay
niebla, puedes vivir en Nueva York o en Tokio, en la Edad Media o en donde te
apetezca. Me gustaría que siempre hubiese niebla alrededor de los rostros de la
gente y no de sus intenciones.
Mucha
gente tiene niebla dentro y cuando de repente un día se disipa, ves con
claridad y descubres hasta lo que no querías; no hace falta ir al Polo Norte
para ver como se hace trizas un aliento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario