domingo, 17 de febrero de 2013

La isla era una sirena más.


Mi barco, atracado en el puerto, que sube y baja con la luna pero sin contestarle a la marea.

Ya no puedo achicarte el agua, barco, ya no puedo arreglarte la pintura descascarillada ni clavarme tus astillas. No me mires con el cuerpo tan inerte. ¿Cómo evito la culpabilidad de haberte tirado el corazón con el plomo del ancla? Quien diría que has surcado el mar de fondo, barco, que las mareas casi te ahogan un día, que lloramos juntos porque cada atisbo de costa no era más que una isla desierta. Nuestros amaneceres a la deriva me causaron tanta sed que cada gota dulce era un tesoro. Y ahora la banalidad inunda mis labios. ¿Dónde están mi sal y mis heridas? Que falso fue el horizonte que nos vendió la finitud. Y cuanto odio ahora al marinero que me vendió la brújula y envidio a las sirenas que un día me encharcaron los pulmones de mar. Esta Ítaca maldita es tan terrenal que no hay dioses que me miren y peleen por mi destino. He perdido hasta los soliloquios en los que me descubría. Pero el ancla cada día pesa más y la costa está tan llena de árboles frutales que me inundan las papilas. Este era mi Edén, yo lo pedí. He ganado. Y ahora, en la tranquila calma de tierra firme, imagino que el vaivén de las nubes me acuna, que dirige mi rumbo hacia monstruos terribles y puedo llorar y quejarme como si fuese una criaturilla débil que necesita un abrazo para curar sus heridas. Tengo tan pocas cicatrices  y los pies aún tan blandos. Tengo un barco tan dispuesto a surcar los abismos de los mapas, a pasar las fronteras de este mediterráneo tan cálido. Pero, ¿quién levanta este ancla ahora? Yo no tengo tanta fuerza. Lo siento, barco, te he fallado. No puedo sufrir contigo ni disfrutar de la playa en la que me has dejado. Anhelo la corriente de brisa que creaba tu velocidad y me curtía las mejillas. Confieso que a veces busco la guerra en Ítaca para volver a sentir el temporal. He mirado atrás, no he podido evitarlo. Me da miedo este cielo tan limpio y esta tierra tan verde. Echo de menos el azul. Siento que aún no hemos recorrido lo suficiente como para dejar que se pudra tu madera. Barco, sé que podrías llevarme tan lejos, ver tantos amaneceres, llegar a tantas costas, sufrir tantas tormentas…

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